La vida después de un derrame cerebral

“Tengo 38 años y me estaba preparando para conseguir el tiempo más veloz en un maratón y después me dio un derrame cerebral”. Un coágulo de sangre inmovilizó el costado izquierdo de Ronnie Staton y puso su vida en peligro. Pero eso no impidió que dejara de correr.

Me he dedicado la mayor parte de mi vida a correr. Me encanta entrenar, hacer carreras y aconsejar a otros corredores. Me fascina la libertad que te genera el correr, solo eres tú y nada más. He completado 13 carreras de 100 millas. Y he corrido en Inglaterra, Gales y Escocia. 

Próximamente quiero correr por Irlanda, la ruta que intentaría es de 370 millas, que será la más larga que habré realizado. Pero hay una prueba en la que me siento bajo de rendimiento: el maratón. Mi PR es de 3:05, y una de las metas de mi vida es correrlo en menos de tres horas. Así que me inscribí en el Maratón de Boston de Reino Unido el 14 de abril para finalmente cumplirla. 

El 24 de diciembre de 2018, el entrenamiento iba muy bien. Acababa de terminar una fase de ocho semanas, y mi ritmo realmente estaba mejorando, por lo que me sentía muy optimista al respecto. Para la primera sesión de entrenamiento de la semana 9, había planeado un entrenamiento de velocidad: repeticiones de 400 metros en la caminadora en mi gimnasio local. 

Al pisar la cinta de la caminadora, no estaba muy motivado para comenzar mi entrenamiento. Eso no era típico, normalmente correr es lo que más me gusta hacer, pero tampoco me alarmé demasiado. Comencé a calentar, primero a un ritmo de aproximadamente 10 minutos, y luego a 8:30. Se sentía un poco intenso, pero continué, convenciendo a mi cuerpo para que hiciera las repeticiones, como lo había hecho antes con miles de entrenamientos.

Pero realmente no estaba bien. Después de unos cinco minutos, me sentí mareado y con un dolor de cabeza que se había pasado a la parte superior. Así que decidí parar y comencé a caminar. Pero entonces sucedió algo extraño: me agarré del barandal de la cinta con la mano derecha y las piernas dejaron de responderme, fui incapaz de detenerla. Fue como una experiencia extracorpórea. No podía conservar la velocidad de la banda y ni mantenerme con la espalda derecha. Mi visión se volvió borrosa y los sonidos me hicieron perder el equilibrio.

Los otros miembros del gimnasio se apresuraron y me agarraron. Me mantuvieron en posición vertical y detuvieron la máquina. Seguramente me veía muy mal, pero yo creía que todo estaba bien. Me sentí más frustrado de que la sesión no saliera como la había planeado que preocupado por no sentirme bien. Pero mientras me ayudaban a bajar de la caminadora, me di cuenta que ya no podía caminar. Mi lado izquierdo estaba adormecido y no funcionaba, también me costaba mucho trabajo hablar. Todavía quería continuar con mi ejercicio; mis compañeros del gimnasio ignoraron mis súplicas para llevarme a las colchonetas para que pudiera estirarme. Me sacaron del área de entrenamiento para sentarme en la cafetería cerca de la entrada del gimnasio. 

Incluso en ese momento, tenía problemas para sentarme. Mi lado izquierdo estaba desplomado, me sentía increíblemente cansado y solo quería acostarme. El personal del gimnasio me recostó en una colchoneta y me puso una manta de papel aluminio para ayudar a calentarme. Mi habla era confusa y el lado izquierdo de mi cara se había caído. Pero no era consciente de nada de esto. Quería conducir a casa, pero una vez más, afortunadamente, no me dejaron ir. Llamaron a mi pareja, Jodie, y, contra mi voluntad, hablaron a una ambulancia. ¡Realmente no sentía que necesitara una! Me explicaron que mostraba síntomas de un derrame cerebral, pero no tenía sentido para mí en ese momento. Recuerdo que me sentí avergonzado e incómodo con tanta atención, junto con ese nivel tan alto de vulnerabilidad antinatural.

Me llevaron al hospital, donde un escáner mostró un enorme coágulo de sangre en mi cuello y cerebro. Inmediatamente me administraron una inyección para romper el coágulo, pero me dijeron que era tan grande que el anticoagulante probablemente no sería lo suficientemente efectivo o rápido para evitar daños. Me llevaron en una ambulancia a otra clínica a unas 40 millas de distancia, que tenía más especialistas. Después de otro escaneo, me trasladaron a la sala de operaciones.

A estas alturas me sentía muy mal y tenía miedo. Bajo anestesia local, entraron por mi ingle con un tubo y lo dirigieron hasta mi cerebro para rascar y eliminar los coágulos. Estar consciente durante esta operación fue horrible. Se sentía como si hubiera presión acumulada en mi cabeza, y el dolor aumentaba conforme deshacían el coágulo. Lo peor fue cuando me inyectaron una tinta que se usa para ver si la sangre está fluyendo hacia las áreas del cerebro sin suministro. Cada vez que se inyectaba la tinta, se sentía como si se estuviera quemando la parte posterior de mi ojo derecho, una sensación de ardor intensa que también hacía que mi ojo viera estrellas fugaces.

Uno de los médicos me dijo que no moviera la cabeza para nada, ni siquiera para tragar saliva, abrir mis ojos o hablar, que fue la parte más aterradora. Creo que el miedo empeoró el dolor y necesité con- centrar toda mi atención para no entrar en pánico. A lo largo de esta experiencia, sentí como si me estuviera viendo a unos pocos metros por encima de mi hombro derecho.

Me di cuenta del latido de mi corazón, que estaba conectado a los monitores, y me concentré en escuchar ese sonido; sabía que eso significaba que me encontraba vivo. Nunca me había aferrado tanto a la vida.

El procedimiento funcionó. Entré con mi lado izquierdo paralizado, e inmediatamente después, pude mover de nuevo mi brazo y pierna izquierdos mientras la sangre regresaba al lado derecho de mi cerebro.

Mi recuperación ha sido difícil: He tenido situaciones donde es complicado estar en espacios públicos porque mi cerebro no puede eliminar el ruido de fondo para centrarse en lo que quiero. Más bien, se siente atraído por todo lo que sucede en la sala. Esto resultó en una sobrecarga y realmente me sentía desbalanceado. Y la fatiga que experimenté fue agotadora: pasé los primeros dos meses durmiendo mucho como parte de mi recuperación. Sin embargo, ocho semanas después del derrame cerebral, estaba casi de vuelta al 100 por ciento en mi vida cotidiana.

Al principio los médicos no sabían qué lo había causado, y no podía hacer ejercicio, ya que todavía era considerado un riesgo. Las últimas pruebas mostraron que hay un agujero en mi corazón. Esto pudo o no haber sido la causa del derrame, pero las conclusiones todavía no son del todo claras. Por el momento estoy tomando anticoagulantes para ayudar a prevenir la formación de futuros coágulos de sangre. La buena noticia es que cuando diagnosticaron el agujero en mi corazón, aunque suena como algo muy malo, significaba que podría volver a correr inmediatamente. Me fui a casa ese día y corrí tres millas después de la cita. 

También comencé a practicar Tai Chi y yoga para empezar a familiarizarme con los movimientos sutiles de mi cuerpo. Se ha hecho evidente que tengo cierta parálisis como resultado del daño cerebral ocasionado por el derrame, especialmente en mi lado izquierdo. Puedo sentir una falta de coordinación de movimientos. Sin embargo, me siento positivo de que pueda recuperarme con paciencia y perseverancia.

Correr ha sido difícil. Se siente como si estuviera corriendo en el cuerpo de otra persona. Actualmente puedo hacer cinco millas a un ritmo constante. A pesar de que mi peso corporal es más ligero que antes, me siento mucho más pesado y mis movimientos son más torpes. He perdido algunas habilidades de motricidad fina en ciertos movimientos. Sin embargo, tengo mucha suerte ya que el daño es mínimo. Estoy seguro de que a medida que mi condición física mejore las cosas avanzarán, y sé bien que las zancadas para correr son un movimiento muy complejo. Una cosa es segura: le daré a mi cerebro muchas horas de práctica para volver a aprender este patrón de movimiento.

Aunque todavía tengo la meta de correr un maratón en menos de tres horas, necesito saber más acerca del agujero en mi corazón antes de hacer cualquier intento para lograrlo. Tengo una familia con niños pequeños y aunque quiero mostrarles la importancia de nunca rendirse, tampoco deseo desafiar deliberadamente el sentido y exponerme a un peligro. Así que no me inscribiré a ningún evento por un tiempo. Me han dicho que todavía puedo correr, pero no forzar el ritmo. Por lo que me siento más seguro de volver a correr ultras y creo que correré en Irlanda en los próximos años. 

Independientemente del derrame cerebral, todavía veo mi futuro en las carreras como un corredor, un entrenador y un director de carreras. Mis metas personales pueden cambiar, pero eso no me afecta. El derrame ha fortalecido mi espíritu y pasión por correr, y espero ansiosamente el resto de mi recuperación y de mi vida. Sufrí un derrame, tengo un agujero en mi corazón y daño cerebral, pero mientras respire seguiré corriendo. 

IDENTIFICA UN DERRAME CEREBRAL 

Si bien los derrames cerebrovasculares en pacientes jóvenes y sanos como Ronnie son raros, más de 90 mil estadounidenses de 45 años o menos sufren uno cada año. Los resultados del derrame están parcialmente determinados por la rapidez con que el paciente es tratado. “Pero reconocer un derrame puede ser difícil”, dice el doctor Koto Ishida, director clínico del Centro de Especialidades y Enfermedades Neurovasculares en NYU Langone Health.

Aprende a reconocer los síntomas más comunes de los derrames cerebrales que presentamos a continuación. “Hay más de 30 posibles signos de un derrame cerebral, por lo que no se deben ignorar los síntomas repentinos e inusuales (como dolor de cabeza, visión borrosa o mareos)”, dice Ishida. Si crees que alguien está sufriendo uno, llama a una ambulancia inmediatamente.

  • EQUILIBRIO / ¿La persona tiene problemas para pararse o caminar?
  • OJOS / ¿Están experimentando visión doble o tienen problemas para ver? 
  • CARA / Pídale a la persona que sonría. ¿Se cae un lado de la cara?
  • BRAZOS / Cuando la persona levanta los brazos, ¿uno se cae? 
  • HABLA / ¿Sus palabras no se entienden? ¿Pueden repetir una oración simple correctamente?
  • TIEMPO / El tiempo es importante: cuanto más rápido la lleves al hospital, tiene más probabilidades de recuperarse. 
Este artículo aparece en Runner’s World de Julio, disponible en Zinio.