Muddy legs una historia

Texto por Duncan Craig
“Ahora recuerden, sean considerados con los otros”, dice el presidente del club, Mike Farmery, con la mirada fija y su pulgar colocado en el cronómetro de la mano derecha. Levanta la mirada y sonríe a través de sus lentes redondos y empañados. “Claro, si es que hay alguien más”.
Entiendo su punto. Las condiciones son desalentadoras: la nieve cae frente a la casa club, y no ese tipo de nieve festiva y esponjosa; ésta es espesa, incómoda y helada, y nos tiene a los 70 de nosotros en la línea de salida retraídos y con los ojos entrecerrados. El piso a nuestros pies está empapado, el cual las bajas temperaturas de la noche han convertido en hielo en algunas partes. De alguna manera hay una pista debajo, simplemente no podemos verla. El viento, el hielo, la nieve y la lluvia: una completa lista de condiciones invernales sin clemencia. Estamos aquí para participar en el Second Sunday 5, la carrera mensual de 5 kilómetros de campo traviesa en Wimbledon Common en Londres, organizada por Thames Hare & Hounds.
“Clima adecuado para el cross-country”, dice un compañero con una mirada brillante. Trae puestos unos shorts ligeros y una camiseta, y su piel tiene un tono alarmantemente azul.
El 17 de octubre de este año será el 150 aniversario de la primera carrera formal de campo atraviesa organizada por Thames. Comenzaba en el King’s Head, un bar al sudoeste de Londres, y era una búsqueda por el título, un derivado sin sangre de la caza donde “la liebre” salía primero, marcando su ruta con un rastro de papel triturado (“la esencia”). El grupo, o “sabuesos”, comenzaban su persecución, con la victoria entregada al primero en atrapar a la liebre. El evento fue reportado en dos grandes periódicos de la recreación victoriana, The Sportsman y The Sporting Life, y en ese entonces el club nació. El juego de la liebre y los sabuesos, aunque no fue inventado por el club Thames -porque comenzó en las escuelas- es el origen de las carreras cross-country como las conocemos hoy en día. Lo que siguió después de la fundación del club ha sido siglo y medio de gran popularidad, estancamiento, exilio autoimpuesto, reinvención, innovación y logro. La historia del club ha abarcado triunfos olímpicos, récords mundiales y momentos pioneros en el mundo de los corredores. Y, de una manera modesta, ha ayudado a establecer las bases de lo que define el panorama actual de los corredores, desde Tough Mudder hasta los equipos preparatorianos y universitarios, incluyendo el Maratón de Boston.

Farmery nos cuenta. y comenzamos nuestro recorrido de la casa club a lo largo de los campos Richardson Evans Memorial, antes de girar abruptamente al camino Beverly Brook. El riachuelo ha sido una rúbrica de las carreras Thames desde esa prueba trascendental de 1868. La pista continuaba por la ladera opuesta a donde estábamos corriendo, a través de lo que era conocido como “el pantano lúgubre”. Me rindo y dejo de evitar saltar por los charcos (inevitablemente me mojaré) y me uno a los competidores que atraviesan la nieve apilada. Corro con un sentido histórico. Es aleccionador pensar en los jóvenes chapoteando en estas mismas pistas, sus respiraciones también sintiéndose en el aire invernal, a unos cuantos años de que terminara la Guerra Civil estadounidense. Una notable diferencia entre los corredores a mi alrededor y los miembros del club de ese entonces (además del extravagante vello facial de esa época) es la ropa que traemos puesta. Hoy, la tienda online del club vende playeras con el símbolo Thames, playeras afelpadas y otras de manga larga, todas con la cruz de San Andrés, el emblema del club. En ese entonces, los miembros simplemente bordaban los pedazos de tela, acomodados en la forma del logotipo en las prendas que tuvieran al alcance. “Hasta 1970, los miembros tenían chalecos con dos franjas de moño negro añadidas”, dice el secretario del club y archivista Simon Molden. “Algunos de los participantes más grandes todavía los utilizan”. Desde esa primera carrera cross-country, la popularidad de este estilo se expandió como nadie jamás lo esperaba. Hay una grandiosa ilustración enmarcada en el club mostrando a un grupo de jóvenes corpulentos saltando una reja y corriendo enfrente de una familia desconcertada, con la boca abierta, en las escaleras de su entrada. La antigua frase dice: “El londinense únicamente está familiarizado con los deportes en busca de títulos, hasta en las calles más repletas de la ciudad, en todo tipo de deportes, y con poca ropa los jóvenes pueden ser vistos corriendo para practicar en las tardes salpicados de pies a cabeza con lodo.
En 1986 las universidades de Oxford y Cambridge se acercaron a Thames para solicitar que el club fuera el anfitrión de la competencia anual universitaria de cross-country. La carrera brindaba un sentido renovado de propósito al club, e introdujo un flujo (que continúa hasta hoy en día) de alumnos extraordinariamente talentosos de Cambridge y Oxford. Un trío de ellos se convertiría en el más famoso del club: Roger Bannister, Chris Brasher y Chris Chataway. A lo largo de la barra de la cocina del club, hay una foto en blanco y negro de ellos tres. Corren en una sola fila y en sincronía. Es el 6 de mayo de 1954, en el Iffley Road Track, y Bannister está en camino a conseguir lo humanamente imposible, batiendo los cuatro minutos por milla. Llevando la delantera, usando anteojos y con una apariencia un poco ridícula, era Brasher. Detrás, con un peinado más exuberante, estaba Chataway. Corrían en pista, pero la fortaleza de sus piernas tonificadas y delgadas era producto de años de practicar cross-country. Este trío de Hare & Hounds obtuvo muchos logros, fuera y dentro de la pista, ayudando a mejorar el perfil de Thames. Después de retirarse de las competencias de pista y campo, Roger Bannister fue nombrado caballero por sus servicios médicos. Brasher se convirtió en el primer ganador olímpico de oro de Gran Bretaña en pista y campo en 20 años cuando triunfó en la carrera de obstáculos de 3,000 metros en 1956. Estableció el Maratón de Londres en 1981, y su magnetismo ayudó a atraer grandes nombres y darle a la carrera el éxito que tiene hoy en día. Chataway fue ministro del gobierno y el primero en ser nombrado personalidad deportiva del año por la BBC en 1954, principalmente gracias a su victoria en los 5,000 metros en la pista del White City Stadium que ese año venció al campeón europeo Vladimir Kuts con un récord mundial de 13:51.6, un momento también inmortalizado en el muro del club de Thames. Actualmente, la membresía de Thames está al alcance de más personas. La carrera de hoy está abierta a todo público por una compensación de cinco libras, y ser un caballero (un miembro de la clase alta que puede tomarse un tiempo de descanso de un trabajo bien pagado para jugar deportes) por nacimiento ya no es un prerrequisito. El secretario del club, Simon Molden, estima que los ex alumnos de Oxford y Cambridge ahora constituyen menos de un tercio del total de miembros. Pero todavía existe un flujo constante de talento excepcional, especialmente ahora que el club es mixto. Hasta 1981, a las mujeres no se les permitía unirse a Thames. Ahora, su lista de miembros está balanceadamente en un 50/50, dice Molden. El récord femenil es de 22:49 de Julia Bleasdale en 2003, y hasta la fecha es el mejor. Nueve años después de recorrer la misma pista a la que hoy me enfrento, Bleasdale se preparaba para competir para Gran Bretaña en la final de 5,000 y 10,000 metros en las Olimpiadas londinenses. Bleasdale ahora vive en los Alpes suizos. Le encanta ese lugar, y su cuenta de Instagram es una oda a las hermosas montañas de la región Engadina. Pero su cariño por Thames perdura, así como su membresía. “Es como una familia”, cuenta. “Tengo un gran amor por el club, y esos años con Thames después de la universidad fueron parte integral de mi progreso como atleta”.

La atracción para ella no solo son los famosos miembros, sino también el rango de habilidades. “Thames es tan inclusivo,” dice. “Hay olímpicos entrenando con corredores recreacionales, y buenos corredores profesionales con otros de medio tiempo. No existe esa naturaleza de competitividad excesiva donde la gente solo se enfoca en vencer a los demás. Es algo saludable y relajado, es probablemente la razón de su éxito durante todos estos años”.
El entrenamiento para la pista requiere implacabilidad, una fijación con tiempos y desempeño, que Bleasdale admite puede ser emocionalmente desgastante. El cross-country puede ser un antídoto ideal, un regreso a las raíces (literalmente), y la alegría de correr por el deporte en sí. La variación de las pistas, el terreno y las condiciones libera a los corredores de la tiranía del cronómetro. “El cross-country nos lleva de vuelta a ese enfoque tradicional”, apunta Bleasdale. “Salir a la grava y el lodo con todos sus elementos climáticos. No hay pretensión. Thames se da cuenta que se trata de esforzarse, pero dis- frutar esa conexión con la tierra donde estás corriendo. Es algo muy natural y construye un carácter en todos nosotros”. Cuando se recaudó información para el libro “The Complete History of Cross-Coun- try Running”, el autor Andrew Boyd Hutchinson hizo una peregrinación a Thames. Él cree que el club es responsable de la expansión del deporte desde toda Inglaterra, hasta las carreras estadounidenses. Hutchinson también piensa que es posible marcar una línea desde los pioneros victorianos de Thames hasta Tough Mudder y otras carreras de obstáculos y en lodo, así como Parkrun (carreras de cinco kilómetros organizadas alrededor del mundo que tuvieron gran popularidad a partir de 2011). De acuerdo a él, Thames demuestra que el apetito por enfrentarse a los elementos y al terreno, por divertirse con amigos y enlodarse, no es algo nuevo. Añade, “en Thames comprendes que el club es un lugar especial forjado con el sudor y esfuerzo de un grupo de puristas que lo hicieron solo por diversión, en lugar de que fuera para demostrar quién era el mejor”. Otros clubes famosos de corredores siguieron a Thames. En el caso de grupos como Birchfield Harriers, el club premier de pista y campo del Reino Unido, el sufijo “harriers” es un confiable indicador de la procedencia del cross-country (el nombre proviene de los pequeños sabuesos que se usaban para cazar liebres). Otros, llamados los clubs “hash” –un movimiento internacional– mantienen la tradición purista de buscar el título, usando harina, gis o aserrín para marcar el camino. Y no se toman su papel muy en serio. Hash House Harriers, que tiene casi dos mil sedes alrededor del mundo, se describe como “un club de bebedores con problemas para correr”.

Si incluyes instituciones cerradas, entonces el título de Thames de “el club de country-club más antiguo del mundo” no es tan cierto. El Shrewsbury School en Shropshire, Inglaterra, tiene registros de carreras de 1831, y hasta se han comprobado eventos que ocurrieron una década antes. “Las ilustraciones de esa época muestran a jóvenes con sombreros y pantalones largos corriendo por los campos”, cuenta la archivista de Shrewsbury, Robin Brook-Smith. Pero Thames convirtió este excéntrico pasatiempo en un deporte global.
Hace seis o siete años, Thames se enfrentó a una decisión complicada, admite el presidente del club, Mike Farmery. El club necesitaba ser auténtico a sus raíces, y también su amplia lista de miembros, pero el reclutamiento estaba cayendo y los movimientos como Parkrun estaban estableciéndose. “Habíamos quitado la mirada del premio”, señala Farmery. “Somos únicos, somos los más antiguos, y siempre buscaremos mantener nuestro carácter en vez de ser una participación en masa. Pero reconocemos que necesitamos actualizarnos”.
La carrera Second Sunday 5 mensual en la que estoy participando es una de las iniciativas para emerger en la nueva época, y las cifras inesperadas sugieren que el club le ha dado en el clavo. Hay playeras para campeones múltiples, al estilo Parkrun, y un tono divertido e irreverente para atraer a los corredores recreacionales de hoy en día. “Favor de no orinar en los arbustos”, informa el website a sus participantes. “A los wombles no les gusta”. (En Inglaterra, los wombles son unas criaturas ficticias similares a los zorros que levantan basura).
Orinar en los arbustos es lo último que me cruza por la mente mientras me deslizo, salpico y me abro camino durante el último par de kilómetros del recorrido. El campo está muy lleno y escucho a alguien respirar tras de mí. A unos cuantos metros de la meta, Phyllis Flynn, de 55 años, me pasa corriendo. Resulta que el mejor tiempo de Flynn para esta distancia es considerablemente mejor que el mío y ha sobrevivido a las condiciones atroces.
Al terminar me reúno con Flynn en el club. Está de visita con su hija de 19 años, Hannah-Mai. Ninguna es miembro de Thames, pero ambas asisten frecuente- mente a eventos, y están familiarizadas con la historia de Thames. “No puedes evitar apreciarlo,¿cierto?”, dice Flynn, mientras sostiene una taza de té muy caliente. Las regaderas también están bien calien- tes. Entre los ríos de lodo, las pláticas de los participantes y el vapor se habla de los eventos próximos, de las lesiones pasadas, y la carrera de hoy junto con la de la semana siguiente. Después es hora de regresar a otra sección del club por té y muffins para relajar- nos en una atmósfera repleta de endorfinas. “Es gracioso”, comenta Farmery, “parece que nadie se irá de Thames”. ¿Como la mafia? Se ríe. “Sí, supongo que podrías decir eso”. Y con eso, recogemos nuestras cosas y nos dirigimos a la nieve muy abrigados –de la misma manera en que las generaciones pasadas lo han hecho en Thames Hare & Hounds– con una sensación de logro y una camaradería enlodada.