CUANDO EL ALZHEIMER GANÓ LA BATALLA CONTRA EL RUNNING

Podía escuchar ruidos extraños detrás de los árboles de arce rojo que envuelven Lower Road en Brewster, Massachusetts. Sentía que no podía más, tenía que correr para no ser capturado en el ocaso, estaba envuelto en el miedo y paranoia.

Seguía corriendo, y los demonios seguían avanzando detrás de mí, más rápido me persiguieron, y más veloz corrí.

Tenía 61 años, no recuerdo cómo llegué a mi casa ese día, y poco después descubrí que aquellos demonios solo provenían de mi cabeza, pero que en algún momento regresarían por venganza, ya que fui diagnosticado con Alzheimer.

El Alzheimer es como una muerte lenta, saber que tienes algo que va apagando tu cerebro a diario y que no puedes evitarlo; esa enfermedad se llevó a mi abuelo, mi madre y mi tío, pero ahora, a los 65 años, viene por mí.

Antes de que me diagnosticaran Alzheimer, corría 12 kilómetros diarios, a un ritmo de 6:00… ¡Nada mal para un hombre que comenzó a correr después de los 50 años!

Yo corría porque me encanta hacerlo, disfrutar cada sonido, así como los paisajes, pero después de mi diagnóstico, los doctores me dijeron que debía correr más.

¿La razón? La actividad física, sobre todo por la tarde, ayuda a reducir la confusión del día que es común en pacientes que sufren lo mismo que yo. Así que por eso, cada atardecer, salgo y corro de mis demonios lo más rápido que puedo, dejando atrás la confusión, los enojos y mi depresión.

No obstante, ya llegado un momento en que los demonios me alcanzaron y se apoderaron de mí. Ahora, esos recorridos por la tarde, que amaba realizar me aterrorizan y me llenan de confusión. Mi mente ya no me deja disfrutar como antes, y es algo de lo que no tengo control, perdí el balance.

Ahora ya no reconozco con facilidad a la gente que está presente en mi vida, incluida mi esposa, no recuerdo datos, números, direcciones, mucho menos personas. Y aunque trato de tener todos los recordatorios posibles a la mano, mi cerebro continúa borrando y cambiando información cada vez que puede.

De pronto imagino cosas que no suceden, por ejemplo, apenas vi volando en mi cuarto un pájaro, que se paró en mi pecho en forma precipitada. Yo grité más asustado que nada, pero no existía pájaro, ni estaba cerca de mí, todo estaba en mi cabeza. Las alucinaciones (normales en un paciente con Alzheimer o demencia) son cada vez más comunes.

  • Ahora estoy imposibilitado para correr, ya que el Alzheimer no solo afecta tu mente, sino tu cuerpo también.

No siento mis pies, ni mis manos desde hace tres años; a veces me duermo con mis tenis solo para saber que todavía tengo pies. Pero sigo queriendo correr, quiero correr por mi vida.

Y fue así que en un momento tomé la decisión de “despertar entre los muertos” y correr un 5k de la localidad donde vivo. Corrí con dolor, como si un cuchillo estuviera insertándose en mi espalda con cada paso que daba. Llegué a la meta destrozado, pero feliz de haberlo logrado.

“No te enojes, mejor haz algo”, es la esperanza con la que vivo ahora, ya que aunque el Alzheimer haya llegado a arruinar mi vida, y yo no hubiera sido capaz de ganar esta carrera, no existe nada que podamos hacer para remediarlo, solo intento, desde el momento en que supe el diagnóstico, mantenerme en movimiento para que sea más difícil que los demonios logren alcanzarme tan rápido.

¿Qué mensaje le darías al increíble Greg O’Brien, quien a pesar de tener la batalla perdida (literal) quiere seguir manteniéndose de pie?